Al regresar al país vasco, me trasladaron a otro hospital, y a partir de entonces, me diagnosticaron el Trastorno Bipolar. El impacto del diagnóstico sólo lo puede comprender alguien que haya sido diagnosticado. No sé si será este tu caso, pero yo al menos me sentía abrumada, desorientada, mis creencias acerca de una enfermedad mental eran nulas, y de pronto tuve la sensación de no saber quién era, tenía muy poca vitalidad. Me encontraba sobre saturada y bastante debilitada tanto a nivel psíquico como físico.
La incertidumbre del futuro empezó a acecharme día sí y día también. Sin embargo, tomé la decisión de parar en seco, y dedicarme durante un buen periodo de tiempo a la vida contemplativa: descansar, dormir mucho, pasear, escuchar música, tocar el piano,…todo tipo de actividades de ocio ¡durante todo un año! Y, ¿qué vino después?
La sólida determinación de reconvertirme en otra persona. Llegaron los años de reprogramación a gran escala, todo ello mientras me adentraba en las aulas de la universidad. Poco a poco la fórmula reset vino hacia mí o mejor dicho, empecé a aplicar el reset como estilo de vida, y así poco a poco, mis dudas, miedos y sentimientos de ambivalencia se disipaban.