Musicoterapia,  Salud Mental,  Trastorno Bipolar

Andantino con moto

La música considerada como arte, ciencia y lenguaje musical, es un medio de expresión sin límites. Bien es sabido que todo el mundo ha disfrutado de la música desde la más tierna infancia, de hecho ¿quién no ha gozado del cántico de una nana en el regazo de su madre? o ¿quién no ha vivido la sensación tranquilizante de escuchar música al esperar en la sala del médico o del dentista? Ahora bien, no todos han tenido la oportunidad o han dado el paso para estudiar una carrera musical.

En casa, mamá siempre fué una gran anfitriona, revestía las paredes del hogar con rancheras, boleros e incluso la música clásica,…tan cierto como que posee un talento natural para la música (¡canta de lo más lindo!) Supongo que por eso heredé esa musicofilia (propensión hacia la música) a una edad tan temprana; y es que a los cinco años empezé a estudiar solfeo y al año siguiente, acariciaba las teclas de un piano blanco que con tanta ilusión me regalaron mis padres. Así es como comenzé a desarrollar la conducta musical de escucha y práctica, a disciplinar la mente y las emociones, al tiempo que agudizaba mi capacidad de concentración. Y al mismo tiempo, desarrollé una ilusión y gusto por el canto, por tanto, ingresé en el coro del pueblo e incluso hize mis primeros pinitos como solista al grabar un LP de los de entonces, titulado «Itxaropena» (esperanza, en euskera) bajo la dirección del recientemente fallecido Juan Carlos Irizar. Años más tarde, y tras una prueba de acceso, ingresé en uno de los coros más emblemáticos a nivel nacional: el Orfeón donostiarra. Y a partir de entonces, llegaron los años de recitales, grabación de discos y un sinfín de viajes, etc. Me siento privilegiada y agradecida porque la música me ha regalado tanto…

Cierto es que la música nos entretiene pero es capaz de aportarnos mucho más, y sobre todo en el ámbito de la salud, por ejemplo, nada como escuchar música cuando te encuentras en estados de anhedonia o melancolía. Mira, a los veintiún años me encontraba en Londres y allí tuve mi primer ingreso en el hospital psiquiátrico. Una experiencia así no se olvida fácilmente, quizás porque a diferencia de otros ingresos, me encontraba muy lejos de los míos, y me sentía totalmente perdida, desorientada y angustiada. Si no fuera por los «pequeños y grandes éxitos» de Luz Casal no sé que hubiera sido de mi. Canciones como «entre mis recuerdos» o «no me importa nada» aliviaban mi dolor, mi pena,…no lo sé, pero creo que de eso va la música y su efecto tan purificante para el alma, ¿no crees?

Por otro lado, y también en Londres acumulé experiencias singulares y muy bonitas (no iban a ser sólo desgracias). Recuerdo que mientras trabajaba de recepcionista en un hotel, me invitaron al «cocktail party» de los miembros del Club con el fin de amenizar la fiesta tocando el piano. Escogí una serie de piezas de Chopin y Beethoven (algún Vals, Nocturne y Sonata). Recuerdo que experimenté una sensación fabulosa al tocar en aquel «grand» y majestuoso «black piano» en mitad del «hall».

Pitágoras decía que había una música entre los astros, este entendía que la enfermedad mental era resultado de un desorden armónico o musical en el alma humana, concediendo a la música el poder de restablecer la armonía perdida. En cuanto a mi predisposición al trastorno bipolar y la música no sé que fue antes; el huevo o la gallina. Y es que pocos hablan de la parte oscura que supone estudiar una carrera musical. Imagina la disciplina férrea de tener que invertir tantas horas sentada frente al piano interpretando una canción, y luego otra, y otra,…estudios, sonatas, cantatas, preludios y fugas. Es un ejercicio a veces tan extenuante que bien podrías rozar el borde de la locura. Y esto, me recuerda al protagonista de la película «Shine» (basada en hechos reales) que en plena actuación, mientras interpreta con total precisión una de mis piezas favoritas (piano concerto Nº3., Rachmaninoff) cae desplomado al suelo y como consecuencia, desarrolla una enfermedad o trastorno (que ahora no recuerdo bien cuál es).

A continuación, voy a relatar mi experiencia como psicóloga en una residencia de la tercera edad. Allí comprobé (en sesiones de musicoterapia) cómo la música ofrece a nuestros mayores la posibilidad de encontrarse con vivencias placenteras, al tiempo que fomenta la expresión de ellos mismos. El objetivo de estas sesiones (la mayoría enfermos con deterioro cognitivo) eran el trabajar las emociones, las capacidades cognitivas, los pensamientos o reviviscencias (recuerdos pasados) con el fin de estimularlos. Recuerdo disfrutar verlos bailar al compás de la música (y es que los más atrevidos no podían estar sentados). De hecho, esta es la diferencia entre la técnica activa, la cual implica cantar, tocar o moverse. Por el contrario, la técnica pasiva consiste en realizar ejercicios de respiración y expresión emocional.

¿Sabías que existen algunas piezas musicales que pueden ayudar a mitigar o mejorar problemas de salud? Por ejemplo, para el insomnio van muy bien los Nocturnes de Chopin (y esto te lo corroboro por mi propia experiencia), o para la ansiedad, el Concierto de Aranjuez de Rodrigo. ¡Y luego está la voz! ¿que tienes miedo? Pues canta (decía William James). «Txoria-txori» de Mikel Laboa es una de mis canciones favoritas, ya que cantarla me relaja mucho (y es que la voz canaliza la expresión directa de las emociones).

También poseo otra experiencia que me gustaría compartir con vosotros. Me encontraba realizando prácticas de psicóloga en un Centro de Día. Allí todos los usuarios padecían un trastorno mental (desde esquizofrenia, depresiones, hasta problemas de lenguaje, etc.) La coordinadora del Centro me ofreción la oportunidad de crear un taller de música (a lo que accedí muy gustosamente). No soy musicoterapeuta, pero sí he realizado un Curso de Musicoterapia, además de mi bagaje personal, por lo que pensé que sería una oportunidad de aprendizaje estupenda.

Antes de iniciar la sesión me pareció necesario alcanzar un cierto nivel de relajación, por lo que introduje unos mantras para generar un clima cómodo y que ayudase a la expresión. Después pasamos a una técnica combinada, entre activa / receptiva: escuchaban una canción, mientras intercambiaban una pelota y cuando la música se paraba, el que tuviera la pelota tenía que elaborar una frase de autoafirmación. Resultó ser muy efectiva la práctica: crearon lazos de cooperación entre ellos y reflexionaron acerca de sus emociones. Para terminar la sesión, cada uno escogió un instrumento (platillos, xilófono, maracas, etc.) y cada uno, respetando su turno, ritmo y cadencia improvisó un poquito, creando un escenario agradable.

Bueno amigos, no me quiero extender demasiado (habrá una parte II para la música), asi que voy a terminar y a modo de síntesis, aportando aspectos importantes sobre cómo la música incide muy positivamente en la salud;

« Incrementa la energía muscular, ayuda a dormir mejor, relaja y disipa la fatiga

« Puede cambiar o atenuar las emociones, y también ayuda a la introspección

« Retarda el desarrollo de los procesos demenciales (estimula la memoria inmediata)

« Fomenta la comunicación y resocializa a la persona

Por todo esto y por mucho más…¡viva la música!

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