Animales terapéuticos,  Salud Mental,  Trastorno Bipolar

Maximo, mi bichón maltés

¡Hola Maximo! Te fuiste de nuestras vidas el 23 de febrero a las 10.00 horas de la mañana y te juro que no hay día que no te recuerde a mi lado: mi guardián del Ser.

Te confieso que has dejado un enorme vacío, los «tres mosqueteros» (tal como nos llamábamos) ahora son dos, y sin tí hemos de continuar caminando, no será fácil te lo aseguro: sin tus miradas, sin tus cariños, mimos y demás muestras de amor. Eras todo amor, alegre, juguetón, aunque con carácter cuando hacía falta, y tremendamente fiel, dócil y respetuoso.

Supongo que no habrá sido fácil para ti el tener que acompañarme en ciertas ocasiones, momentos en los que yo me sentía descompensada (debido al TB). Tú sabes por qué lo digo, tú eras consciente y siempre lo has sido de mi singularidad, aunque no tuvieses ni idea de lo que significaba convivir con el TB, ahora sé que habrás tenido que amoldarte a mis subidas y bajadas emocionales. Por eso, tengo tanto que agradecerte, jamás te has quejado, y siempre te has mantenido a mi lado, de manera incondicional, dándome cariño, consuelo, compañía de la buena.

Has tenido una larga vida, casi cumples dieciséis años, y me siento orgullosa por haber formado una familia contigo. Tú nos escogiste, ¿lo recuerdas? corrías dando vueltas alrededor de nuestras piernas y nos robaste el corazón. Te llamaron Sultán en un principio, pero nosotros decidimos nombrarte Maximo (por el personaje de la película de Ridley Scott). No en vano has batallado una gran lucha.

¡Ah! Antes de que se me olvide, te quiero preguntar si has sido tú quien ha enviado una paloma a visitarnos cada noche (las tres primeras noches tras tú fallecer), se posaba al borde del balcón, tan tranquila (pese a darse cuenta de que yo la miraba), y se quedaba allí un par de horas,…yo creo que era tu alma descansando en paz. Gracias.

Una ola de recuerdos cabalgan por mi memoria. Recuerdo los primeros días cómo te costaba quedarte dormido, y no lo hacías hasta que te preparaba un biberón de leche tibia y te cantaba una nana «ay mi nene se ha dormido, muy caliente y muy contento, sonriéndole a su mamita, con la fresca leche upa, leche upa…»

También recuerdo tus primeras salidas de paseo en bicicleta, ¡cómo te gustaba ir sentado en la cesta! Te encantaba asomar la cabecita mientras la brisa del aire acariciaba tu pelo, y tú como aireando a los cuatro vientos -«allá voy con mi mami» (una imagen espectacular).

Por otra parte, se me partía el alma en aquellos momentos de despedida que tuviste que presenciar: te alejabas poco a poco mientras yo me quedaba mirándote desde la ventana de mi habitación (en el hospital psiquiátrico). Por eso hoy he decido escribirte para hacerte saber lo mucho que has significado en mi vida.

Y para todos aquellos que me lean quiero compartir los beneficios que aporta el convivir con una mascota (sobre todo, teniendo en cuenta si padeces una enfermedad mental);

  • Promueve el hábito saludable de tener que salir a pasear con él/ella (en mi caso, tres o cuatro veces al día).
  • Ayuda a desarrollar una autoestima más sana: te transmite amor incondicional.
  • Significa un apego seguro, pues su amistad se vuelve tu refugio, base de apoyo y seguridad.
  • Te ayuda a equilibrar las descompensaciones emocionales: se convierte en un animal de terapia.
  • Con él o ella se genera una vida en clave positiva.

– Es tanto lo que me has dado Maximo, que solo puedo decirte:

¡GRACIAS, MI GUARDIÁN DEL SER!

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